4 ene 2009

EL CAPATAZ


EL CAPATAZ
Hace más de veinte Semanas Santas en las frías y húmedas noches de invierno de los meses de Enero y Febrero de los años ochenta, cuando se iniciaba y consolidaba en nuestra ciudad, dentro del mundo de las Cofradías, el movimiento, creado por el año 75 del pasado siglo, de los cofrades-costaleros, un niño, de apenas diez años, que había nacido, vivido, sentido y mamado a las Cofradías desde mucho antes de nacer, jugaba a ser mayor.
Para se eso se ponía al lado de su padre, cofrade-costalero, debajo del paso, con la molía que le había confeccionado su madre, y con la complicidad y anuencia de sus compañeros de trabajadera, y se sentía como un cargador más.
Llevaba el ritmo del andar perfectamente, hacia los movimientos como si de un costalero más de tratase, llevaba el son de la música, se agachaba y levantaba al sonido del martillo al igual que lo hacían los demás.
Todo lo sentía y lo vivía como si fuese mayor, como si de un joven, de los muchos que se acercaban a nuestras Hermandades en esas frescas, algunas veces gélidas, noches invernales en las que los ensayos de la cuadrillas de cofrades-costaleros eran una atracción de amantes de la Semana Santa y de las Cofradías y el deseo de estos jóvenes por entrar e incorporarse a esas cuadrillas de hermanos costaleros era casi una quimera, se tratase aunque su edad no pasase de la decena de años.
Pero, en su deseo de aprender y ser uno más de los que iban debajo de los Pasos y con sus ganas de sentir, vivir y amar a la Semana Santa y sus cofradías, también se ponía al lado del capataz y no perdía ojo de cómo mandaba, de cómo se movía, de cómo llamaba, de cómo se iba de un lado a otro y todo eso con un antiguo y destartalado radio casete entre sus manos que, como primorosa y orquestada banda, acompañaba todos los ensayos de cada cuaresma, con la única ilusión de llegar un día a ser mayor y meterse bajo las trabajaderas o posteriormente, si Dios y la Stma. Virgen lo quería, llegar a ser Capataz.
Así pasaron varias cuaresmas y en todas se repetía la historia, hiciese el tiempo que hiciese, con frio, con lluvia, con niebla, ya que su deseo de cargar o de mandar la cuadrilla, no sé cuál de los dos fuese más fuerte en él, era tan enorme y su amor por la, su, Hermandad tan grande, que no le importaba pasar frio, tener sueño, cansarse o trasnochar, ya que lo aguantaba todo con tal de estar junto a su padre dentro de ese mundo, para el tan querido, tan deseado tan amado como el de los costaleros y los capataces.
El tiempo, que no se si afortunada o desgraciadamente, pasa muy deprisa, hizo que este niño alcanzase la mayoría de edad, que tanto soñaba y deseaba, y por fin llegó el día en que, como era su deseo desde tantos años atrás, entró a formar parte de la cuadrilla del paso de Palio de la Virgen de sus amores, sus devociones y sus sueños infantiles.
Ese año, le dijo a su padre que ya el entraba a igualar y que se saliese y le dejase su sitio a él, que el padre, tenía su puesto en la procesión, según ordenaban sus Reglas, por el cargo que ocupaba en la Junta de Gobierno de la Hermandad.
El padre, a regañadientes, porque también era un loco soñador de la trabajadera que había impulsado en su Hermandad ese sueño del “cofrade-Costalero”, aunque le costó mucho trabajo, aceptó el deseo de su hijo, ya entonces mayor de edad, y no sin sacrificio y nostalgia, dejo su puesto en la pata derecha del paso de Palio de la Virgen, también de sus amores y devociones, a su hijo mayor, a su hijo Manolo, al que su padre, con ilusión y orgullo, había llevado a su lado, bien dentro o fuera del Paso, desde su paso de niño a adulto, tratando de enseñarle e inculcarle su amor por la Stma. Virgen de la Estrella y su gusto por la trabajadera.
Ha pasado más de una década y ese niño, ya hombre, cofrade, costalero, ha ido cargando, desde entonces, puntualmente con su Virgen de la Estrella y con otras Imágenes marianas a las que también les tiene su devoción, al mando de varios capataces poniendo su alma, y su corazón en su esfuerzo costalero y portándose bajo los Pasos tal como lo había visto de su padre, como un cofrade convencido.
Ella, Ntra. Sra. De la Estrella, ha querido que en este año, sea él, aquel niño que cada noche acudía a esos ensayos costaleros cargado de ilusión y esperanza, el que coja el martillo de su Paso de Palio para, como lazarillo que lleva los pasos de un ciego, dirija el andar y el caminar de sus hermanos costaleros por las calles de Jerez, para alabar y rezar a la Stma. Virgen.
No me cabe la menor duda que nuestra Virgen de la Estrella estará satisfecha y orgullosa porque uno de “sus niños” de los muchos que se han criado bajo su amparo y protección y bajo los pliegues de su manto, sea el que en este Domingo de Ramos vaya delante de sus Paso de Palio mirándole la cara, alabándola y glorificándola a cada golpe de llamador y rezando un avemaría en cada levantá.
Nosotros, sus padres y hermanos, abuelas, tíos, toda la familia, no podemos expresar nuestra satisfacción, nuestro orgullo y nuestro sentimiento de alegría porque sea nuestro “lolo”, el “moro” como le conocen muchos de sus hermanos cofrades y costaleros, sea el capataz que hoy, Domingo de Ramos de 2008, lleve por las calles de Jerez con orgullo y satisfacción el Paso de Palio de Ntra. Sra. De la Estrella.
Querido LOLO, que la Virgen esté contigo, como sabemos está y que ELLA siempre te acompañe a lo largo de tu vida.

Manuel Serrano Jiménez

1 comentario:

Francisco José Holgado García dijo...

Verdaderamente impresionante, y real como la vida misma ya que me puedo considerar testigo directo ya que lo he vivido en primera persona, la lastima es que estas sensaciones no esten al alcance de todos, algunos nos contentaremos con soñar esos momentos.