4 ene 2009

GLOSA DE LA MADRUGADA (LA NOCHE DE JESÚS)
Los primeros recuerdos que vienen a mi mente sobre esta singular jornada de nuestra Semana Mayor se trasladan a mi temprana edad de 10 u 11 años y de la mano de mi padre y al ruido de los sones de trompetas y tambores que me despertaban con sus sonoros ruidos al acercarse a la S.I., Colegial, muy cerca de donde vivía entonces con mis padres.
Recuerdo el levantarme con nerviosismo, con ansia, con deseo de ver algo desconocido e inesperado para mí, y que tanto me gustaba, como era el ver una procesión, y en este caso en plena noche cuando casi todos dormían.
Mi padre nos acercaba al Arroyo o Plaza Domecq y desde allí veíamos bajar, entre la oscuridad de la noche e iluminado por un rio de luminarias, la impresionante imagen de Jesús, de Jesús Nazareno, que desde niño, siempre me ha impresionado.
Para mí, entonces, era una proeza el levantarme a esa hora para ver las procesiones de Semana Santa en la noche de Jesús y al olor de sultanas, chocolates y churros, de la mano de mi padre, mis hermanas y yo nos adentrabamos en la despedida de la noche con los albores del nuevo día para ver algo que no conocíamos y que nos gustaba tanto como era la Semana Santa.
A esas horas ya se nos había escapado el penitencial y serio cortejo de la Hermandad del Santo Crucifijo, El Silencio, que, casi de puntillas y sin hacer ruido, tan solo con el racheado del andar de los costaleros, pasaba rápidamente en la noche para llegar a San Miguel.
Allí, a las dos en punto, la Madrugada en Jerez, se llenaba de silencios, que solo son rotos en la Pza. de León XIII, por el chirrido de los goznes de las puertas del grandioso templo dedicado al arcángel San Miguel.
Y tras el negro cortejo penitente, las blancas túnicas franciscanas, las cuales también darán un carácter de ejemplar penitencia en la Madrugada jerezana.
El impresionante silencio de la plaza Esteve, hará que Jerez se quede estremecido, cuando los cofrades del silencio blanco, inicien su Estación penitencial, llevando a Jesús de la Viacrucis, con todo su amor, y con un andar tan suave, que parece que esta bendita Imagen de Jesús, volviese a caminar por la senda de la Vía Dolorosa con su Cruz a cuestas
En el regreso de la Hermandad del silencio blanco a su templo franciscano, el verde de las palmeras de la Plaza del Arenal sentirá entre sus ramas el resplandor del verde del manto de la Virgen de la Esperanza, la cual acunada entre el balancear de las palmeras, pasará en silencio, entre el fervor de sus hijos, y entre el sonido de los cordones de su palio, grana, verde y oro, con sus varales.
Jerez es una ciudad de grandes sentimientos en sus gentes y éstas lo manifiestan a su modo, de mil maneras. Esto lo vamos a ver y a notar en la "Noche de Jesús".
Hasta la Alameda Cristina, que las recibirá con el húmedo verdor de la noche, llegarán, desde todos los rincones de Jerez, mujeres de todas las edades, clase y condición social, para, con sus moradas túnicas, acompañar a Jesus, a su Jesús Nazareno.
La noche adquiere desde esos momentos un inevitable y múltiple tono morado, el tono de la noche de Jesús.
La madrugada, en Jerez, se torna morada y toma el nombre de Jesús. La Noche de Jesús, como me enseñó mi padre a conocerla y como se ha trasmitido de generación en generación de muchos padres a hijos.
Imagen de Jesús Nazareno, dónde queda recogida la devoción de la mujer jerezana a lo largo de la historia de nuestra ciudad y que, para mí, desde niño, tiene un algo muy especial que me atrae sobremanera.
Una Imagen de Jesús, del que toma nombre la Madrugada, y que recibirá en su procesionar, entre el rio de las candentes llamas de los faroles de sus hermanas, las muestras de una fe sencilla, plena de veneración y de devoción del pueblo a través de su caminar en la noche jerezana.
Al amanecer, en la Alameda Cristina veremos el Paso de la Virgen del Traspaso, llevado, como el de Jesus, dentro de la más vieja y pura tradición jerezana, tradición y estilo que yo modestamente les pediría que conservasen a toda costa porque en ello esta su personalidad, su raíz, y su tradición, mecido de lado a lado, esperando encontrar la recoleta y querida Iglesia de San Juan de Letrán.
En la simpar madrugada de Jerez, a la misma hora que en San Miguel se hace un impresionante silencio, en la plazuela, sonaran con fuerza las palmas, cuando en la puerta de la calle Empedrada aparezca la imagen del Paso de N.P. Jesús de la Sentencia o el de la Stma. Virgen de la Esperanza.
Al despertar la mañana los primeros rayos de sol, querrán buscar el bello rostro de la Stma. Virgen entre el blanco perfume de los azahares y el verde fragante de los naranjos, para iluminarlo e inundarlo de una belleza especial que solo puede tener la Madre de Dios.
Entre los albores del nuevo día, a su paso por la Porvera y por la c/Ancha las Imágenes del Stmo. Cristo de la Buena Muerte y la de María del Dulce Nombre recibirán el arrullo constante de las innumerables saetas, que saldrán de las gargantas de los mejores cantaores de este barrio flamenco, las cuales querrán, en esta mañana del Viernes Santo, al igual que al final de la noche del Miércoles, elevar esa oración flamenca hacia Cristo, ya muerto, y hacia su Madre Santísima.
A Ella que es rosario de oraciones, que es blanca y verde flor perfumada como los naranjos que, cada año, la esperan ansiosos, a su paso por Corredera, será la que cierre este noche singular, única, plena de sabor jerezano enlazándola con el día, que dará paso al Viernes Santo.
La noche de Jesús, vivirá momentos inolvidables, sublimes en todas sus horas y a lo largo de ella. Cada Hermandad una calle, en cada calle un balcón; en cada balcón una saeta, cada saeta una oración que se ofrece a Cristo y a Maria en esta singular Noche de Jesús de nuestro querido Jerez.
Manuel Serrano Jiménez

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